Tom y Lucy estaban sentados en su oficina, disfrutando del almuerzo como solían hacer mientras la luz de la tarde entraba, bañando la habitación en un suave resplandor dorado.
El sonido de los cubiertos tintineando llenaba el silencio cómodo entre ellos mientras ambos saboreaban la comida casera.
Tom echó un vistazo a Lucy, que estaba concentrada en su plato, su dulce sonrisa hacía que su corazón se hinchara.
No podía creer que ya faltara solo una semana para Nochebuena, y pronto podría declarar públicamente su amor por ella y pedirle que fuera su esposa.
Durante los últimos tres meses había visto aún más señales claras que le mostraban que estaba lista para ser su esposa y estaba pensando en tener niños.
Aparte de que ella finalmente había trasladado todas sus cosas personales de su apartamento a la mansión y estaba añadiendo toques personales que hacían el lugar cada vez más como un hogar para ellos, también había empezado a hacerle preguntas serias de maneras sutiles.