Se sentaron a desayunar juntos, la conversación fluyendo fácilmente entre ellos mientras disfrutaban de las deliciosas preparaciones de Amy.
Lucas no podía dejar de elogiar sus habilidades para hornear, y cada vez que lo hacía, Amy sentía cómo el calor subía por su cuello.
Cuando finalmente estaban llenos y contentos, Lucas se recostó en su silla con un suspiro satisfecho. —Eso estuvo increíble. Me siento consentido.
Amy rió suavemente, sus ojos brillando de alegría. —Me alegro de que lo hayas disfrutado. Te empacaré algo para cuando te vayas. He cumplido una de mis promesas —dijo ella y Lucas sonrió.
—Sí. Lo has hecho.
—Entonces, de hecho tuve una idea de lo que podríamos hacer hoy —dijo ella, y Lucas levantó una ceja, intrigado.
—¿Ah sí?
—¿Recuerdas cuando te prometí mostrarte mis habilidades en baloncesto? —preguntó ella, con un brillo juguetón en sus ojos.
Lucas sonrió, inclinándose con interés. —¿Cómo olvidarlo? ¿Realmente quieres enfrentarte a mí?