Sonia se movía incómoda en la rígida cama del hospital, deseando que Bryan escuchara para que pudieran volver a la calidez de su propia cama.
A pesar del cansancio persistente en su cuerpo, una sensación de calma la envolvía. El consuelo del médico resonaba en sus oídos: todo iba a estar bien.
Alcanzando la mano de Bryan, la apretó suavemente. —Oye —dijo dulcemente—. ¿Estás bien?
Los ojos de Bryan, normalmente de un azul vibrante, estaban enrojecidos y llenos de una mezcla de alivio y terror, y su rostro marcado con líneas de preocupación.
—¿Bien? —repitió él, su voz cargada de emoción—. ¡Sonia, me tenías muerto del miedo! Un minuto estábamos hablando, al siguiente... Su voz se apagó, incapaz de expresar la horrible imagen que había pasado por su mente.
Sonia le ofreció una sonrisa débil. —Lo sé, nena. Yo también estaba asustada. Pero el médico dijo que todo está bien. Solo tenemos que tomárnoslo con calma por un tiempo.