En el dormitorio de Aaron, él estaba sentado en la cama con la espalda apoyada en almohadas, con una amplia sonrisa en su rostro mientras escuchaba las charlas de Jamal como de costumbre. Esta vez estaba hablando de su tía Andy.
—... Así que ella dijo que si quería que dejaran de trabajar hasta tarde en la noche, entonces debería conseguir un trabajo y pagar las cuentas. Y yo estaba como, pero nadie me contrataría, y ella dijo, ¿cómo lo sabes si ni siquiera has salido a buscar un trabajo todavía? —dijo Jamal, y Aaron se rió a carcajadas.
—¿Y qué hiciste? —preguntó Aaron, y Jamal se encogió de hombros.
—Conseguí un trabajo. Le pedí a una vecina que me diera un trabajo, y ella me dejó pasear a su perro todos los sábados y domingos —dijo Jamal, y Aaron sonrió.
—Debe ser una muy buena vecina —dijo Aaron, y Jamal asintió con la cabeza.
—Lo es. Me da galletas cada vez que le devuelvo a su perro —dijo Jamal con una sonrisa feliz.
