Jero abrió los ojos lentamente y se sorprendió al ver a Candace sentada junto a su cama.
Se quitó la máscara de oxígeno de la nariz, —¿Regresaste?— preguntó débilmente, y Candace, que había estado leyendo una novela en su teléfono, lo miró antes de mirar su reloj de pulsera.
—Has estado durmiendo durante unas dieciocho horas ahora. ¿Cómo te sientes? ¿Debo llamar al médico?— preguntó Candace mientras se levantaba y dejaba caer su teléfono sobre la silla.
—¿Dieciocho horas? ¿Has estado aquí todo ese tiempo?— Jero preguntó con voz débil pero sorprendida.
—No te sorprendas tanto. No estoy aquí porque me preocupe por ti—, dijo en un tono plano.
—¿Entonces por qué estás aquí? ¿Para matarme?— preguntó Jero, y Candace se burló.
—Si quisiera matarte, no estaríamos teniendo esta conversación ahora. Ya estarías camino al infierno en este momento—, Candace le aseguró, y Jero la miró con ojos arrepentidos.
—Lo siento por todo …