—Buenos días, amor de mi vida —saludó Tom mientras besaba toda la cara de Lucy hasta que sus ojos se abrieron lentamente y una sonrisa iluminó su rostro.
—Por favor, no me digas que ya es de mañana —dijo adormilada mientras intentaba darse la vuelta para poder volver a dormirse, pero Tom le dio una palmada en el trasero.
—Sí, ya pasaron las seis. Por eso deberías haberme escuchado y retirarte temprano cuando te lo pedí —dijo Tom, haciendo que Lucy gimoteara mientras trataba de mantener los ojos abiertos lo suficiente para enfocar su mirada en él.
—Pero todavía necesito dormir —se quejó Lucy, haciendo que Tom se alejara de ella.
Se sentó en la cama y la observó sin decir una palabra, y justo cuando ella empezó a quedarse dormida de nuevo, él habló: —¿Quieres llamar y decir que estás enferma? Estoy seguro de que todos entenderían si no apareces en el trabajo hoy —sugirió, y como era de esperar, cualquier rastro de sueño desapareció de sus ojos y se sentó derecha.