Zarin permaneció detrás de la casa de sus padres, escondido en los bosques. Su corazón latía desbocado dentro de su pecho, y sentía algo extraño en sus entrañas. Le daba ganas de vomitar.
No, no podía hacer esto. Estaba casi sudando. Estaba lleno de culpa y vergüenza que ni siquiera podía dar un paso adelante. No sabía cuánto tiempo llevaba allí parado, tratando de convencerse de que podía hacerlo. Que todo estaría bien.
Haría lo que Zamiel dijo. Ver esto como su castigo y compensarlo todo con sus padres. Pero no importaba lo que se dijera a sí mismo, no podía salir de los bosques.
Se mantuvo escondido allí, pensando en qué diría si fuera a sus padres. Cómo se disculparía, cómo los miraría sin desear que el suelo se abriera y se lo tragara vivo.
Luego pensó en lo que ellos dirían. Imaginó su reacción. Podía ver su enojo y decepción, pero también sabía que estarían felices de verlo.
Tal vez.