—Solo somos tan ciegos como queremos ser.
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—Mi Señor. Alguien lo busca —informó Uzz.
Lothaire se sentó en su trono y despidió a Uzz con un movimiento de su mano. Una vez que el esclavo se fue, abrió El Ojo con otro movimiento de su mano. El Ojo era una ventana en la que podía ver el mundo entero. Donde quiera que gustara, El Ojo se lo mostraría.
El Ojo se abrió, revelando a la persona que lo buscaba.
Zarin.
—¿Quién es ese joven y apuesto muchacho? —Su hija Tezznin apareció de repente a su lado, mirando en El Ojo y observando curiosamente a Zarin. El muchacho intentaba encontrar una manera de llamarlo.
Lothaire sabía lo que Zarin quería, pero no tenía tiempo para el joven.
—Es el hijo de Ramiel —dijo Lothaire simplemente.
—Ah, no me extraña —su hija lamió sus labios.
Lothaire cerró El Ojo, sin interés en perder tiempo con Zarin.
Su hija se lamentó. —¿Vas a ignorarlo?
—Sí.