Heaven emitió un gemido de sorpresa. El sonido de la bofetada resonó en sus oídos. Antes de que pudiera recuperarse, su madre abofeteó a Zamiel nuevamente, esta vez en la otra mejilla. Ahora, su cuerpo se congeló por completo. ¿Por qué no estaba haciendo nada? Miró a Zamiel, pero no parecía ni un poco sorprendido. Se quedó allí tranquilo, como si estuviera esperando recibir otra bofetada. Pero su madre parecía haber terminado.
—Una fue por lastimar a mi hija y la otra por lastimar a mi esposo —explicó—. De nada.
Zamiel le dio una débil sonrisa, luego extendió su mano. Su madre colocó su mano en la de él y él besó sus nudillos. —Es un placer conocerla, Su Majestad —dijo y soltó su mano.
—Por favor, siéntense —su madre hizo un gesto hacia la mesa.
Zamiel caminó hacia la mesa y sacó una silla para su madre primero. Ella le agradeció con una sonrisa y se sentó. Luego, él sacó una silla para Heaven, pero ella aún permanecía congelada.
—¿Heaven? —su madre la llamó.