Pierre no había podido descansar en los últimos días. No dejaba de tener pesadillas y en esas pesadillas, veía a Lucian. Cada noche, su hermano con apariencia de diablo lo perseguía y lo arrastraba al infierno.
—Siéntete como en casa, hermano—. Decía y luego lo dejaba allí para quemarse.
Las pesadillas eran tan reales que cuando despertaba estaba empapado de sudor y su corazón latía como tambores dentro de su pecho. No ayudaba que los rumores sobre su hermano estar vivo estuvieran dando vueltas y eso lo aterrorizaba, incluso si no quería admitirlo. Cada vez que se iba a dormir sentía como si alguien estuviera en su habitación, observándolo y esperando pacientemente la oportunidad de atacar. Lo estaba volviendo loco.
—¡Sal! ¡Muéstrate! No te escondas como un cobarde—. Gritó, pero nadie respondió ni se mostró.
Todos comenzaban a pensar que estaba loco, hablando solo y gritando sin motivo.