Con los ojos bien abiertos y la boca abierta lo miraron un rato. Lucian comenzó a preocuparse. ¿Había cambiado su apariencia? Necesitaba un espejo.
El hombre fue el primero en romper el silencio. —Has vuelto. Por favor ven y siéntate.
Todos lo siguieron con la mirada mientras se dirigía al círculo y se sentaba. El hombre aclaró la garganta y les lanzó una mirada para que dejaran de mirar y finalmente lo hicieron.
—¿Cuál es tu nombre, joven? —preguntó el hombre.
—Lucian.
—Lucian, soy Juan y esta es mi esposa Laila. —Presentó a la mujer de mediana edad que estaba sentada junto a él. Luego continuó presentando a todos los demás. Juan y Laila tenían tres hijas, la más joven era, por supuesto, Elle y luego estaba Anna de diecisiete años y Nora de diecinueve. La anciana era la madre de Juan, Carlota.
—También tenemos un hijo, Julián. Sirve en el ejército real.
—¿Ejército real? —Se preguntó a cuál se referían ya que ni siquiera sabía en qué reino estaba en ese momento.