Nunca antes una espada lo había tocado y ahora sentía cómo su carne se cortaba una y otra vez. Nunca antes había fallado en acertar justo antes, pero ahora estaba fallando miserablemente. La ira llenó su pecho. Pierre nunca habría podido entrar al castillo sin ayuda desde adentro, lo que significaba que algunos de sus hombres lo habían traicionado. Incluso se atrevieron a envenenarlo y ahora el veneno estaba comenzando a hacer su propia magia.
Su corazón se ralentizaba dolorosamente, dificultando su respiración. Sus extremidades se debilitaron y su visión se volvió borrosa. Intentó usar sus poderes, pero ninguno de ellos funcionaba.
Otro corte en su espalda y cayó de rodillas. Dos soldados agarraron cada uno de sus brazos y lo arrastraron por el suelo, luego lo arrojaron frente a un par de zapatos. Mientras su corazón se apretaba dolorosamente en su pecho, Lucian intentó levantarse.
—Mira quién está de rodillas ahora.