Usando el cargador, mueves suavemente tu cuerpo al son de la tumbadora. El bebé que estás portando te agradece el danzar.
Miras su rostro lleno de inocencia y la vida te parece demasiado hermosa.
Peleas con tu pareja y portas el bebé hasta un parque donde hay muchos abuelos haciendo sus ejercicios matutinos.
A pesar de vivir en Tokío, asistes a esa clase en un parque hermoso. Cómo es primavera, los cerezos en flor, de un rosa pálido, te invitan a hacer picnic.
Creo que lo más hermoso de las sakuras ( flores de cerezos) es que sus ramas se llenan de flores sin hojas. Solo flores. A veces el pálido color rosa puede ser confundido con la hermosa nieve invernal.
En ese parque donde tanto te has ejercitado, vas con tu recién nacido a calmar un poco la ira ocasionada quizás por el desbalance hormonal postpartum.
Tu piel está un poco pálida y no es solo porque en invierno casi no tomaste sol, sino porque estuviste mucho tiempo en casa cuidando a ese pequeño ser que acabas de dar a luz.
Los meses de embarazo hicieron que tu cabello se acumulara y se vea hermoso, aprovecha ahora. Después las hormonas o el déficit de estas provoca otros cambios.
Decides que tu pequeño bebé vea las flores. Por eso le hablas y señalas las flores, pero ese príncipe hermoso, el último en tu estirpe actual, casi no ve.
Vas de día y de noche a ese parque hermoso.
Tiene muchos ciruelos, que florecen en invierno. Los cerezos de primavera, que es lo que ves ahora.
Al regresar a casa tu bebé te mira y lloriquea demostrando que tiene hambre. Te desabotonas la blusa blanca y das paso a lo más sublime que pueda pasar entre una madre y su hijo: la lactancia.
Todas las conexiones de tu cuerpo siguen trabajando, todos los sistemas continúan en su labor, cada célula funciona igual que siempre o eso piensas, pero no. Una buena parte de ti está trabajando muy fuerte para que ese fruto tuyo crezca.
Miras los ojos hermosos de tu bebé y él te mira a ti. Esboza una sonrisa y continúa alimentándose.
Entonces te convences con certeza de tu misión en la tierra. Ahora es momento de provocar esa sonrisa una y otra vez.
Luego de la sonrisa, un buen día llega la primera carcajada y la conexión con ese pequeño ser es insuperable. A ciencia cierta no sabes en lo que te has convertido porque
tu misión de hacer reír a tu bebé no conoce límites. Pasas de hacer diferentes caras hasta pararte, saltar, bailar y emitir sonidos que son nuevos para ti misma.
Si eres de parto natural puede ser que las incomodidades se borren poco a poco. Como Dios le da las mayores batallas a sus mejores soldados, fui cesárea y tres meses después me siento muy incómoda con mi herida.
Cada mamá se enamora de su bebé y es capaz de todo por él. Incluso de llevar en un porta bebé a un bebé de 7 kgs, que solo tiene 2 meses.
Miras una foto y te preguntas a dónde ha ido a parar tu cabello. Sí, de mi tupida cabellera perdí bastante. Ya se repondrá. Por lo pronto es hora de darle de comer otra vez a bebé.
Esta vez ya no estás desde la comodidad de casa, sino un una habitación especializada en lactancia. Es una especie de cuarto con silla, espejo y cortinas. Como ese cuarto hay varios y afuera una habitación con los implementos necesarios para preparar el biberón. El microwave no puede faltar.