Los demás estaban de pie a solo unos metros del vehículo. Quinn, Hikel y Edvard habían intentado acceder a sus dispositivos de comunicación, pero al igual que el de Jessica, parecía que su acceso a ellos estaba deshabilitado, el único que funcionaba era el que pertenecía a Galanar.
Al ver esto, Galanar reproducía de nuevo el mensaje, y todos se mantenían de pie escuchándolo muy claramente.
—¿Qué está pasando? No entiendo, ¿por qué está pasando todo esto conmigo? —dijo Jessica mientras colocaba ambas manos a los lados de su cabeza. Era como si sus pesadillas se hicieran realidad.
Siempre temió que, si descubrieran lo que era, si su contacto hubiera salido, revelando su ojo amarillo y brillante, se convertiría en un objetivo y lo había logrado.
—¡No seas loca! —dijo Galanar—. Tú me salvaste, sé que no estás detrás de esto. Deben de tener algo mal.