Las manos de Layla temblaban visiblemente, y sus piernas comenzaron a sentirse débiles, comenzaron a tambalearse. Su corazón latía con fuerza, y el sonido de sus latidos era tan fuerte que no podía escuchar su propia voz.
—¿Es esto realmente lo correcto que hacer? Pensó, pero ya había articulado esas palabras. Ahora mismo, toda la atención estaba centrada en ella.
—¿Por qué nos odiarías, Layla? —Dijo Quinn—. Si tienes algo que pueda ayudarnos a salir de esta situación, entonces solo estaríamos felices.
Layla miró a Erin, quien estaba acostada en la cama, una vez más mientras contemplaba: —Si son estas personas, creo que entenderán. Simplemente se los voy a decir.
Al llegar a esta decisión, comenzó a explicar las circunstancias relacionadas con su situación.