Un gran malestar ocurrió en la arena, algo que los demás no esperaban. Uno de los favoritos de los primeros años había sido derrotado, y lo peor, los demás ni siquiera pudieron ver cómo se hizo.
—¡Eso es imposible! —Burnie dijo, levantándose de su asiento. Al mismo tiempo, golpeó el costado de su sillón. Se incendió brevemente antes de que todo el lateral quedara reducido a cenizas.
Resultó sorprendente lo rápido que se desintegró para no afectar toda la silla.
—¡Cálmate! —Oscar exigió. Burnie siempre fue un tonto impulsivo, y sabía que esta apuesta era una mala idea. Sin embargo, ni siquiera Oscar pensó que este sería el resultado final. Así que permitió que continuara.
—¿No puedes ver? —dijo Burnie— Ese chico, no solo ganó, sino que ni siquiera tiene un rasguño en él.