Además, con Lith fuera, los oficiales mayores no tenían reparos en dejar las tareas más pesadas a Kamila. La obligaban a salir de su escritorio y ralentizaba el progreso de sus propios casos.
Mientras ella navegaba por el laberinto de diversos despachos y departamentos como la novata que era, su montón de papeles crecía en tamaño, mientras que los de sus colegas disminuían. Caminar tanto la ponía furiosa y hambrienta.
La única ventaja era que nadie podía meterse con su escritorio. Al volver, no encontraba ningún regalo desagradable ni la gente aprovechaba su ausencia para meterle sus casos más espinosos en su montón.
Todo el mundo suponía que al menos uno de los Demonios la seguía literalmente a la sombra, pero eso dejaba a dos de ellos en una posición desconocida. Además, War nunca había abandonado su posición, emitiendo chillidos escalofriantes como advertencia cada vez que alguien se atrevía a acercarse.
—He vuelto. ¿Cómo fue el trabajo? —Preguntó Lith.