—¿Morir solo? —Lith repitió—. Gracias por tu voto de confianza, papá.
—¡Juro por los dioses, dije eso sólo una vez hace años! —Raaz levantó las palmas en señal de rendición.
Aran quería señalar que eso había pasado más de una vez a lo largo de los años y enumerar las diversas ocasiones con los dedos, pero a nadie parecía interesarle.
Su padre le suplicaba que se callara y, a pesar de su corta edad, Aran no era tan lento para captar.
—¿Entonces qué puedes hacer? ¿Eres un Despertado? —Preguntó.
—Sí. —Nyka asintió.
—¿Eres una Bestia divina? ¿Eres un Grifón? ¡Nunca he montado un Grifón!
—No, soy humano.
—Ah. —El tono de Aran cayó en picado, sin siquiera tratar de ocultar su decepción—. Un humano Despertado que ni siquiera era bonito estaba destinado a ser débil y aburrido.
—No cualquier Despertado. Soy un Vampiro. —Nyka empezó a sentirse ofendida y decidió recuperar un poco de dignidad mostrando sus largos colmillos.