—Ustedes los querían solo como inquilinos, no como vecinos. ni siquiera intentaron acercarse a ellos porque sabían que exigirían ser dueños de lo que construyen. Que lucharían hasta la muerte antes que renunciar a los frutos de su trabajo en el momento en que ustedes se recuperen.—
Todos, excepto Breganoth, bajaron la mirada avergonzados. Una vez más, el meollo del asunto no era la falta de una solución, sino la renuencia a compartir los recursos mágicos de Jiera.
El Consejo había esperado que entre el océano que los separaba de Garlen y la invasión de Thrud Griffon, tendrían tiempo para fortalecerse lentamente y evitar la colonización de su continente.
Ahora, sin embargo, se encontraban en la posición de verse casi forzados a pedir ayuda y pagar cualquier cosa que pudieran exigir sus recién descubiertos aliados como compensación. La colonización tenía un sonido desagradable, pero sonaba como música en comparación con la aniquilación que enfrentarían si Zima atacara.
