—Felicidades, Rena. Felicidades, Elina.— dijo Jadon Lark. —Papá habría amado conocer a Aran y Leria. Siempre amó la magia y ver a jóvenes tan talentosos habría hecho saltar su monóculo hasta que se rompiera.—
—Gracias, Conde Lark.— Aran hizo una reverencia profunda, sin entender por qué, a pesar de que el gobernante del Condado de Lustria y un querido amigo de la familia lo había elogiado, todos parecían tan tristes.—
—Dime, Leria.— dijo Kelya Lark. —¿Aran es un pequeño diablillo como tu Tío Lith a su edad?—
—¡Tío Lith no es un diablillo!— Leria dijo indignada. —Él es mi héroe, mientras que Aran es…— Estaba a punto de decir algo malo cuando notó que todos la miraban.—
—Aún carece en muchos aspectos. Es un diablillo y uno bajito además.— Usó una mano para destacar cómo, incluso por un pequeño margen, ella era más alta.—