Las enredaderas heridas expulsaron un líquido morado. Lith mantuvo su distancia, esquivando la sustancia desconocida con movimientos mínimos, para no perder su ventaja.
—No hubo chisporroteo al tocar el suelo, así que no es un ácido. Podría ser venenoso, aunque.—
Lith extendió sus brazos, liberando dos chorros de fuego desde sus palmas. Los apéndices reaccionaron rápidamente, envolviendo la enorme masa de la criatura y tornándose de color gris. Las llamas no tuvieron efecto, dejando solo una marca negra como si hubieran golpeado una piedra.
Nunca antes Lith se había encontrado con un monstruo planta, por lo que era especialmente cauteloso. Mantenía varios hechizos listos para usar, tejiendo uno nuevo apenas otro era consumido.
—Sea lo que sea esto, no parece poder moverse desde ese lugar, así que huir no debería ser un problema. El problema es decidir si vale mi tiempo o no. Con mi suerte, si lo mato, la flor se marchitará al instante.—