—Sabes, Lith, cuando forjé Ruina, había una razón para su nombre. Vayas donde vayas, las cosas malas suceden y la gente muere, pero tú siempre prosperas. El Reino casi es destruido por una plaga y tú te haces rico. —
—Las academias casi caen por culpa de Balkor primero y Nalear después, pero tú sobrevives y todos te hacen un héroe. No importa si la mierda llueve o cae a raudales, tú siempre estás arriba, fresco como una margarita. —
—En ese entonces, te consideraba una plaga, alguien que destruye todo lo que toca, el pregonero de la Ruina. Por eso la espada. —Orion se recostó en su silla, su voz ahora estaba calmada. —
—¿Cómo te atreves a decir tales cosas crueles a mi hijo? ¡Pensé que éramos amigos! —Raaz se levantó indignado. Orion probablemente pudiera romperlo en dos solo con una mano, pero lo que detenía a Raaz de saltarle al cuello era su vínculo, no el miedo. —