La suerte no tenía nada que ver con ello. Los temas de los que Lith solía hablar con Yondra eran demasiado aburridos para los profesores y demasiado difíciles para los asistentes, así que después de un tiempo, siempre estaban solos.
Lith había esperado hasta que sólo los de guardia estuvieran despiertos antes de mostrarle la espada.
—¿Por qué tanto alboroto? El Reino permite que los Rangers conserven todo lo que encuentran dentro de la ciudad perdida de Huryole.
—Eso es porque, aparte del Guardián, el Maestro Forjador y el laboratorio Alquímico, no hay nada que valga la pena todo el problema de entrar en ese maldito lugar. Te sacaste la lotería y si se lo hubieras dicho a alguien más, te lo habrían quitado. —Yondra explicó.
—Entonces tengo razón. Huryole es una academia. —Dado que Yondra parecía más preocupada por su seguridad que por su descubrimiento, Lith decidió aprovechar el momento.
