Los predecesores de Lith no habían dejado todas esas golosinas por la bondad de sus corazones. Encontrar algo valioso dentro de Huryole requería suerte, además de tener que luchar no solo contra poderosos monstruos, sino también contra el tiempo.
La ciudad perdida era un laberinto viviente que se reorganizaba periódicamente, haciendo que cualquier mapa antiguo fuera inútil. Para empeorar las cosas, sus paredes no podían ser afectadas por la magia de la tierra, la magia dimensional estaba sellada, y destruir las paredes para apresurarse solo enfurecía al objeto maldito que gobernaba Huryole.
Normalmente, el problema con los habitantes de una ciudad perdida era que crecerían en poder y número con el tiempo. Era deber de un Guardabosques diezmarlos y reiniciar su poder antes de que se volvieran demasiado fuertes.