—¡Sorpresa! —Dijo a Kamila y Zinya. Zinya había sido alojada en una habitación individual tan grande como un pequeño apartamento. Los muebles eran simples pero de buen gusto, dándole todo lo que necesitaba para sentirse como en casa e incluso tener invitados.
Había grandes ventanas por las que entraba mucha luz del sol y muchas flores diferentes decoraban la habitación.
—¿Zin? —Entre los tónicos, los tratamientos de Vastor y el entorno seguro, Kamila casi no podía reconocer a su hermana. Sus rodillas se doblaron, lo que obligó a Lith a levantarla para evitar que cayera.
—¿Kami? ¿Cómo llegaste aquí? Las horas de visita ya terminaron. —Sus rodillas también se doblaron, pero estaba en la cama, así que nadie lo notó.
—Oye, puede que ya no trabaje aquí, pero aún tengo amigos. Las horas de visita son cuando quieras para ustedes dos. —Dijo Lith acercando a Kamila a la cama antes de ponerla en una silla.