—¿Cómo crees que puedo estar? —Trion se levantó bruscamente, volteando su silla.
—¡Esta ya no es mi casa! Deshacieron mi habitación como si fuera basura, pero mantuvieron la de Lith intacta. Todo aquí huele a él. Sus anillos, su ropa, ¡incluso él! —Dijo señalando a Aran, haciéndolo llorar.
—No nos deshicimos de nada. Nuestra habitación y la de Tista están en el segundo piso, al igual que la tuya. ¿Qué tiene de malo esta casa? ¿Con tu hermano Aran? Aquí es un buen lugar donde tenemos una buena vida —Dijo Elina, su corazón dolido por las palabras de Trion.
—¡Por supuesto que la basura va al segundo piso, donde no puede ofender los ojos de su majestad! Te diré qué está mal. Me eliminaron de sus vidas al punto que tuve que enterarme por un extraño que tenía un hermano.
—Nunca dejé de escribirte, pero siempre me devolvieron mis cartas. Según el ejército, no había Trion ni Trion Verhen…
—¡Y nunca lo habrá! —Gritó Trion, interrumpiendo a Elina.