Cuando Lith había adquirido por primera vez su segunda fuerza vital, había bromeado sobre matar a personas y echarle la culpa a un monstruo de escamas negras. Nunca esperó que llegara un día en el que convertiría la broma en realidad.
Lith voló hacia el distrito comercial. Necesitaba una zona aislada para su emboscada, para tener la menor cantidad de testigos posible. No podía permitirse el lujo de levantar rumores sobre un ser demoníaco que aparecía en la misma ciudad en la que estaba.
Su naturaleza de híbrido era una espada de doble filo. Le daba una ventaja contra la mayoría de los enemigos humanos, pero tenía que mantenerse en secreto a toda costa. Era necesario no solo para que siguiera siendo un arma efectiva, sino también como una cuestión de supervivencia.
Lith dudaba de que los liches como Inxialot o incluso el Consejo humano de los Despertados lo dejarían en paz si supieran sobre la existencia de un nuevo poder. Estaba seguro de ello porque era lo que él habría hecho.