Después de terminar su delicioso almuerzo, Lith tuvo una hora libre. Nadie se había acercado a su mesa, y eso le hizo muy feliz.
Le gustaba mucho su espacio personal, sin mencionar que no tenía deseos de perder el tiempo conversando con un montón de niños.
A pesar de su apariencia física, la mente de Lith era la de un hombre adulto, que había vivido casi cuarenta años entre sus tres vidas.
Excepto por ser hormonal debido a su cuerpo adolescente y estar adicto al oxígeno, no tenía nada en común con sus compañeros de clase.
Desde esa perspectiva, el aislamiento era una bendición disfrazada. Si no hablaba con nadie, era imposible que alguien notara cuán diferente era de sus compañeros.
Lith y Solus habían pasado el tiempo durante su comida discutiendo sobre la falta temporal de libros de clases de la academia. Ambos se quejaron del hecho de que la academia solo entregaría los libros después del primer día de clases, considerándolo injusto.