—Orejas puntiagudas, piel brillante. ¿Realmente eras un elfo cuando estabas vivo? —preguntó Lith. Quedaban menos de veinte minutos antes de que el ejército derribara la casa, pero mientras trataba con un inmortal desquiciado, necesitaba tacto y oportunidad para dar la mala noticia.
Eso o una huida oportuna fingiendo no saber nada acerca de lo que estaba sucediendo. Lith tenía que improvisar.
—¿Qué? Dioses, no. Eso me convertiría en un engreído. Esto es solo un efecto secundario de drenar a tantos pseudo elfos. Se desvanecerá con el tiempo. Soy, o mejor dicho, era humano. —Zolgrish caminó hacia el dispositivo, disipando la barrera que lo envolvía con un movimiento de su mano.
Luego, necesitó un canto corto para apagarlo y uno más largo para hacer que los hechizos imbuidos dentro del anillo de adamantio se volvieran locos y destruyeran el artefacto. Una vez que se completaba un proceso de forjamiento, no se podía rehacer.