—Esta gente está loca. Yo nunca me detendría en un agujero de mierda como este si no fuera por los wargs. Nuestro destino era Shaku. ¿Saben si mis bienes están a salvo? —preguntó una mujer de mediana edad, flaca, con más arrugas que un papel arrugado.
—¿Cómo escaparon de los wargs? —A Lith no le importaba su carga.
—No escapamos. Nos ignoraron. —Dijo un hombre delgado en sus últimos cincuenta, con cabello y barba gris— Estaban demasiado concentrados rezando como para prestarnos atención.
—¿Rezando? —Lith estaba aún más incrédulo de lo que sonaba.
—Bueno, estaban arrodillados en el suelo, sin hacer nada más que cantar algunas tonterías. —El hombre se encogió de hombros.
—No era tontería, maestro Dihel, sino magia. —Dijo un joven de la edad de Lith que parecía más un artista que un aspirante a comerciante. Tenía rasgos guapos y brazos tan delgados que Lith dudaba que alguna vez hubiera levantado algo más pesado que un palillo de dientes.