Mientras el wyvern malgastaba sus movimientos, la espada volaba en línea recta sostenida y potenciada por Solus, cuyos sentidos le permitían ubicar a su objetivo con precisión quirúrgica.
Infundida con magia del aire, El Guardián golpeó una fracción de segundo después de salir del suelo donde se encontraba al acecho. La hoja atravesó y arrastró al wyvern hacia su destino fatal gracias a su propio impulso.
Lith desató el hechizo de oscuridad mientras Solus actuaba como un pararrayos, guiándolo hacia su destino. Sus vidas estaban vinculadas, al igual que sus energías. Manipular los hechizos de Lith, incluso a distancia, le resultaba natural a Solus, como pensar.
—¿Son dos? No había furia en el último susurro de Gadorf, solo sorpresa.
Sus núcleos estaban ya debilitados por el envenenamiento continuo que Lith les había infligido y la tensión que la metamorfosis causaba. La primera ola de oscuridad fue suficiente para exterminarlos a ambos, convirtiendo al wyvern en un mal recuerdo.
