—¡Eso es ridículo! —dijo una chica de quince años con cabello rubio.
—Solo los débiles necesitan un Fin de Cobarde. —Cuando se lo entregó a Linjos, otros la siguieron.
—Tomaré la Boleta y tu uniforme de vuelta, señorita. —Linjos extendió su brazo agarrando la piedra mágica.
—Porque desafiar una orden directa de tu Director es más que suficiente para que te expulsen. Estoy seguro de que, al no ser una débil, no tendrás problemas para encontrar otra academia que te acepte. Solo tendrás que esperar un año.
—No puedes hacer... —La voz de la chica se desvaneció cuando Linjos se inclinó para mirarla a los ojos mientras liberaba nuevamente su intención asesina.
—Puedo y lo haré. Quien quiera ser expulsado que me dé la Boleta. —Nadie dio un paso adelante.
—Bien, ahora imprímela. —Todos obedecieron sin dudar.
—Menos quinientos puntos para todos aquellos que desobedecieron mi orden.
—Pero ... —Otra chica logró tartamudear a pesar de la imponente presencia del Director.