—Por favor, basta de honoríficos y formalidades. Ya es tarde y solo somos nosotras dos, querida amiga.
—Como desees, Sylpha. Las dos se conocían desde su época en la academia del Grifo Blanco. Era un secreto bien guardado, ya que Mirim había asistido a los cursos bajo un nombre falso. Quería evitar recibir un trato especial como hija del gobernante de la tierra.
Ambas heredaron el talento mágico de sus respectivas estirpes, y eso, junto con los largos años de amistad, habían creado un vínculo entre ellas casi más fuerte que la sangre.
Tras alcanzar el cargo de Comandante del Cuerpo de la Reina, Mirim Distar eligió mantener la farsa de no tener magia para que sus enemigos la subestimaran, haciendo difícil creer que era más que una noble de importancia media.
Su único pesar era que la vida parecía tener un extraño sentido del humor. Su hija era la única miembro de la familia nacida sin ningún talento para la magia. Era algo que no había ocurrido durante generaciones.