Lith cerró los ojos y tomó una respiración profunda para calmar su ira y no arruinar el ambiente.
—Así que sí, pueden visitar y son libres de ser parte de la vida de mi hija. Pero no me pidan que me importe lo que piensen o cómo se sientan cuando tome una decisión.
Sinmara y Surtr bajaron la mirada avergonzados.
Lith no tenía del todo razón, pero tampoco estaba equivocado. Al final, ellos se habían quedado al margen mientras Zoreth arriesgaba su vida y su libre albedrío por él. No había lógica, por más sólida que fuera, que pudiera compensar eso.
—Dicho esto, abuela, me gustaría seguir viniendo aquí en el futuro... —dijo Lith.
—Concedido. —La Señora Suprema asintió.
—Lo que significa que me gustaría que permitieran el acceso de Zoreth y Bytra a su palacio. Al menos mientras esté aquí y quieran visitar a Elysia. —Se apresuró a agregar una vez que notó el ceño fruncido de Salaark.