—¿Necesitas que te llevemos a alguna parte? —Salaark preguntó, radiante de alegría por la confianza que Lith depositó en ella y por el nuevo miembro de la familia.
—Gracias, abuela. —Lith la abrazó.
Se sentía tan cansado y asqueado por toda la sangre derramada que incluso la idea de buscar un géiser le provocaba náuseas. Se sentía frío y oscuro, mientras que Salaark era cálida y brillante.
A Lith le parecía terrible la idea de todas las personas que habían vivido dentro del Grifo Dorado. Las personas a las que había matado junto con Hystar.
—Tengo algo que hacer en el Imperio. —Leegaain dijo—. Tú ve primero. Te alcanzaré tan pronto como pueda.
Un Distorsión lo llevó a él, a Milea, a Tyris y a Valeron directamente a su guarida secreta.
Allí, Leari Truenonacida, Protheus el Doppelgänger, y todas y cada una de las creaciones únicas de Thrud estaban esperando al Guardián del Conocimiento.