—Con mi ayuda, por supuesto. —Kamila dijo con una de sus sonrisas capaces de convertir la noche en día.
El rápido latido del corazón era la mejor música que Lith había escuchado jamás, alejando todas sus preocupaciones y penas. Le recordó que incluso en su hora más oscura había alguien que lo necesitaba. Alguien por quien pelear.
—Gracias, Kami. Gracias, Solus. —Lith sollozó, esta vez de alegría, y no lo lamentó.
—De nada —Dijeron al unísono—. ¿Ya has pensado en un nombre para la niña?
—No. ¿Y tú? —Lith preguntó.
—No tengo idea para el primer nombre, pero ¿qué te parece Phloria como su segundo nombre? —respondió Kamila.
—Sería perfecto. Gracias. —Lith necesitó de toda su fuerza de voluntad para no llorar y un pañuelo para limpiarse la nariz antes de que los mocos cubrieran su cara.
—Ahora que eso está resuelto, ¿de qué querías hablar? —Solus retiró sus manos de Kamila, pero dejó el hechizo en su lugar para que el latido del corazón permaneciera en el fondo.