—¿Qué le pasó a Lith? —Phloria necesitaba apoyarse en las paredes o las camas para evitar caer al suelo. Cada paso que daba hacia su cama parecía que estaba tratando de desarraigar un árbol, haciendo que sudara balas. Pero no se detuvo hasta que alguien finalmente se dio cuenta de su lucha.
—Vaya, no deberías esforzarte más, señorita. Tienes suerte de seguir con vida. —El profesor Vastor se apresuró a ayudarla, sacando una silla de su amuleto dimensional para hacerla descansar.
—Por favor, profesor, dígame qué pasó. —Phloria estaba al borde del desmayo nuevamente, pero su tono era lo suficientemente decidido como para no dejar lugar a dudas. Vastor solo podía decirle la verdad o sedarla, no había otra manera de calmarla.
Probablemente ese sería el último día que todos ellos tenían que vivir. Vastor decidió que obligar a una joven a pasar inconsciente en una cama sería demasiado cruel. Había una razón por la cual no podían simplemente enviar a los estudiantes de regreso a casa.