Raaz estaba abrumado por el calor de Tyris, la ternura de su tacto y la suavidad de su cuerpo. Elina pudo ver cómo su cuello y orejas se tornaban de un tono morado brillante.
La mandíbula de Senton había caído al suelo al llegar ella y parecía no tener intención de recogerla pronto. Eso y sus ojos sin parpadear lo hacían parecer un pez muerto o un joven en su primer amor platónico.
Incluso Aran miraba a la Guardiana como si un hada hubiera descendido entre ellos.
—Ya que estoy aquí, ¿te importaría si te echo una mano en la cocina? —Tyris soltó a Raaz en el momento en que percibió que la oscuridad en su corazón había sido levantada—. Hace mucho tiempo que no preparo una comida y tengo curiosidad por poner a prueba mis habilidades.
Raaz se dejó caer en su silla, demasiado avergonzado para voltearse y mirar a su esposa a los ojos. Su mente y su cuerpo no habían estado en desacuerdo como esto desde su adolescencia, pero la experiencia había sido un valioso maestro.