Los elementos de aire y tierra bloquearon a Xoola, respectivamente induciendo una convulsión eléctrica y atrapando sus extremidades en una prisión de roca. El fuego y el agua se alternaban en pulsos, causando un choque térmico que dañaba el equipo y los pulmones de Fenrir.
El aire estaba tan caliente como helado, lo que hacía imposible que ella utilizara su técnica de respiración para recuperarse.
La oscuridad y la luz dañaban y sanaban constantemente sus órganos internos en un ciclo que consumía la vitalidad de Xoola, privando a su cuerpo de los nutrientes que Invigoración necesitaría para restaurar su fuerza total.
El dolor combinado con la repentina falta de oxígeno hizo que Fenrir perdiera la concentración.
Sin su fuerza de voluntad para detener los hechizos de Desorden, las formaciones mágicas que Xoola había conjurado explotaron justo sobre ella, convirtiéndolas en una trampa mortal.