Aún así, Kamila había dado todo solo para hacerlo feliz.
La sonrisa de Lith se ensanchó aún más al recordar lo orgullosa que había estado una vez que finalmente dominó la receta.
En cuanto al colchón, era solo algo que valía unas pocas monedas de cobre, pero en ese entonces había significado el mundo para él. Cuando se había despertado y encontrado el colchón destrozado junto con las sábanas, Lith había estado aterrorizado con la idea de que también podría haber lastimado a Kamila.
Para su sorpresa, no solo estaba ilesa, sino que también lo había abrazado para calmarlo en lugar de huir.
Ese colchón era la prueba de que no le tenía miedo y de que lo amaba por quién era y no a pesar de ello.
El momento en que se había dado cuenta de que incluso dormido su cuerpo se negaba a lastimarla y de que ella había elegido permanecer a su lado a pesar de la aparente amenaza que representaba, había sido uno de los más felices de su vida.