—Don Lith, ¿le importaría venir aquí, por favor? —La profesora Zeneff lo hizo caminar hasta su escritorio.
—Si este chico es un genio de la Nigromancia, debo informarlo de inmediato a la Corona —pensó—. Cada profesor debía mantener su evaluación en secreto, notificando solo al Director o a la Corona sobre un talento prometedor.
Era una medida de seguridad para evitar que los estudiantes talentosos se convirtieran en objetivos de hostilidad por parte de las familias nobles o del interés de países extranjeros. Como profesora de Nigromancia, Zeneff informaría sus observaciones solo a la Corona.
El tema era demasiado delicado para que los empleados lo manejaran, todas las academias eran conocidas por tener más filtraciones que un colador.
—¿Podrías explicarme cómo lograste eso? —Señaló a las ratas que seguían bailando.
Lith le contó, haciendo reír a la profesora Zeneff.