Orpal lanzó la tarjeta de visita de Jirni hacia ella.
Simplemente era un trozo de papel, pero tras ser infundido con Magia Espiritual viajaba tan rápido como una bala. La tarjeta también era lo suficientemente afilada para atravesar la vaina de gravedad de su armadura y cortar la mejilla de Jirni.
Si no hubiera logrado esquivarla en el último segundo, la tarjeta le habría destrozado los dientes y le habría bajado por la garganta, tal y como ella había hecho con Orpal un año atrás.
—No te molestes en pedir ayuda. Todo el lugar está sellado, las matrices están apagadas y los cables de la Puerta de Distorsión han sido cortados. —Con cada palabra, la intensidad de su aura crecía y con ella la feroz alegría que hacía bombear su corazón.
—Puedes intentar enviar a algunos de tus pequeños esclavos a pedir ayuda, pero mis soldados ya están afuera, esperando. Les vendría bien una merienda nocturna. —