—Trion puede ser un hijo de mierda, pero aún así soy su padre. ¡Antes de permitirle quedarse, deberías haber pedido mi permiso! —Raaz pinchó repetidamente en el pecho de Lith con furia, sin importarle la uña rota que obtuvo con ello ni el sangrado que causó.
Quienquiera que fuera la persona frente a Lith, ya no era Raaz Verhen.
Era un animal herido llevando su piel. Una bestia rabiosa que mordería a cualquiera que se acercara a él, con la esperanza de que propagar su enfermedad aliviaría sus síntomas.
Ver cuánto había caído el hombre al que amaba y respetaba hacía que el corazón de Lith se apretara. Se sentía terrible al pensar que había dejado a su madre sola durante tanto tiempo, ignorando el problema mientras pasaba sus días felizmente con Kamila.