—No les envié una carta porque el golpe repentino es el que más duele, pero ahora ya se han ido. Debería haber golpeado antes—. Pensó Opral.
—¿Está todo a su gusto? —Dijo el emisario del Reino.
Los bienes de Lith habían sido confiscados y en tiempos de guerra, el país necesitaba todos los fondos que pudiera obtener. El conde Zint había ofrecido pagar por ambos edificios más de su valor de mercado, haciendo que su oferta fuera difícil de rechazar.
El Reino ya tenía los códigos para las matrices de la Mansión Verhen y Orpal había hecho una larga visita de reconocimiento. Se sentía como un conquistador contando sus botines de guerra.
En cuanto a la Casa Verhen, aún no se había descifrado el sistema de matrices, pero al Rey Muerto no le importaba esperar. Solo hacía las cosas más emocionantes.
—Gustar es quedarse corto, ¡los amo! —Orpal dijo con una gran sonrisa en su rostro—. La vida es maravillosa aunque tenga un poco de sentido irónico retorcido.