Con su nuevo cuerpo, Lith era capaz de levantar a un adulto con una mano y de correr tan rápido como una bestia mágica durante varios minutos antes de cansarse. Sin embargo, después de dar ese discurso, ya estaba jadeando.
Decir esas palabras en voz alta había sido una de las cosas más difíciles que había hecho. Abrirse, mostrar voluntariamente su debilidad, iba en contra de todo por lo que había vivido durante sus últimas tres vidas.
Fue lo más cercano que había hecho a autolesionarse, obligando a que muchas heridas antiguas se abriran y sangraran en público. Todavía tenía tantas cosas que quería decir, cómo envidiaba a cada uno de ellos, incluso a Quylla, por haber nacido con talento en un mundo que les daba un potencial ilimitado.
Ellos eran tan jóvenes, mientras que él se sentía tan amargado y viejo. Podían tomar cualquier camino que quisieran en la vida, mientras que él estaba atrapado en un ferrocarril sin salida.