Sucedió hace una semana. El día había comenzado como siempre, con Senton y Rena abriendo la tienda del frente mientras Zekell calentaba la fragua para ocuparse de los trabajos de reparación. Debido al pánico de la plaga, la mayoría de los aldeanos y agricultores ya estaban armados hasta los dientes, haciendo que su negocio fuera lento.
A excepción de los viajeros y cazadores locales, nadie compraba sus armas, dejándolo con solo trabajos menores que hacer. Zekell no era un hombre codicioso, por lo que ese tipo de vida tranquila no le molestaba mucho.
Reparar herramientas agrícolas y de cocina era un trabajo fácil y rápido que le permitía cubrir los gastos diarios. También le dejaba mucho tiempo para perfeccionar sus habilidades y enseñar a Senton todos los secretos de su oficio.
Después de casarse, el niño había florecido y se había convertido en un hombre, tomando sus responsabilidades mucho más en serio que antes.