Cuando llegó la hora de cenar, Lith se sorprendió de que nadie hubiera venido a buscarlo. No estaba preocupado, simplemente pensó que sus compañeros de equipo se habían quedado dormidos y no se habían despertado a tiempo.
Después de ir a sus habitaciones y no recibir respuesta, sin importar cuánto golpeara, Lith entendió que algo había sucedido. Intentó usar el amuleto de comunicación, pero nadie respondió a sus llamadas.
—¡Te dije que vigilaras a ellos! ¿Por qué no escuchaste? —Solus lo regañó.
—Lo siento, ¿vale? Seamos racionales, cuatro personas no pueden desaparecer en el aire. Linjos debe saber dónde están. Nada entra ni sale sin su permiso.—
Para sorpresa de Lith, la puerta del despacho del director estaba abierta.
Rota, para ser más precisos.
Lith comenzó a conjurar varios hechizos a la vez, temiendo que de alguna manera el responsable de las cajas y la muerte de Velagros hubiera intentado atentar contra la vida de Linjos.
