—¿Qué sugieres que haga? —preguntó Nalrond.
—Animarse un poco. —Friya sacó una deliciosa y olorosa tarta de queso de su amuleto—. Disfrutemos nuestro postre y luego demos un chapuzón. La noche es hermosa y con el toque de queda acercándose, nadie nos molestará.
Nalrond se atragantó con su comida, pero no porque no estaba acostumbrado a comer como un Rezar. O mejor dicho, no era la única razón. En Mogar no había trajes de baño y la gente solía nadar desnuda.
—No te hagas ilusiones, guapo. —Friya rió mientras el Rezar luchaba por meter su hocico en el vaso y beber algo de agua—.
—No voy a ningún lado sin mi armadura de Caminante de Plumas y Papá me garantizó que es impermeable.
Su blusa y pantalones cambiaron de forma a un traje de buceo plateado que dejaba sólo su cabeza expuesta pero también se pegaba a ella como una segunda piel. Nalrond sentía calor como si estuviera bajo el abrasador sol del Desierto en lugar de la pálida luz de la luna, pero no le molestó.