Faluel y Ajatar utilizaron zarcillos de Magia Espiritual para encerrarla de nuevo, pero en el momento en que el delicado equilibrio que mantenía unido el cuerpo del Fomor vaciló, tanto Ekidna como el Armonizador explotaron.
Sangre, vísceras y fragmentos de metal llenaron la habitación junto con las chispas multicolores que hasta hacía un segundo habían sido su núcleo de maná.
—¿Qué? ¿Por qué hizo eso? La necesitábamos tanto como ella nos necesitaba a nosotros. —Faluel estaba anonadado.
—¿Qué quieres decir con por qué? ¡Te conté su historia! Llamarla sujeto fue algo tan insensible que ni siquiera yo lo hubiera hecho. —Morok dijo indignado.
Aunque la había conocido brevemente, sabía que el Fomor había vivido la misma vida que él si Glemos no lo abandonase cuando era niño. Después de la muerte de su padre, Ekidna era lo más parecido a un pariente que le quedaba.
—Al menos no la llamé monstruo. —Faluel respondió con una mueca.