—Sí a ambas, querida. —Un movimiento de la mano de Ripha hizo desaparecer la desagradable comida, reemplazándola por delicias.— ¿Alguna vez te contamos cómo nos conocimos?
—No. —Baby Solus puso su cerebro en piloto automático mientras llenaba su cara con un suave y dulce bizcocho.
—¿Quieres escucharlo? —Ripha preguntó mientras reemplazaba el pastel con una sopa de verduras.
—¡No! —Ella protestó ante el flagrante abuso de poder.— Digo, ¿puedo tener postre primero si escucho su historia?
El tono de Baby Solus era muy serio, pero sus padres parecían encontrarlo divertido.
—Claro, princesa. —Threin lloró de risa mientras devolvía el plato a la niña y se preguntaba si ella escucharía una palabra de lo que decían una vez que tenía lo que quería.
—Verás, en ese entonces mamá estaba en una terrible depresión. —dijo Ripha—. Había pasado semanas encerrada en mi laboratorio tratando de hacer que mi última creación funcionara, pero sin éxito. Entonces, un día Tía Lochra vino a buscarme.